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El indigenismo

lunes, 19 de mayo de 2008

 

El nacionalismo pensaba que México debía tener una sola lengua y una sola cultura, esto es, el español como única lengua y la cultura nacional de contenido occidental, como lo único válido para todos los mexicanos.
Se concibió así todo un proceso de aculturación que nos ha impuesto un nacionalismo falso y excluyente, nos ha procreado al indigenismo.

El indigenismo es el resultado de la visión etnocéntrica del español para justificar su dominación, el indigenismo es el efecto de prejuicios preconcebidos desde afuera donde se les robó su identidad, su propia historia y la capacidad de forjar su propio destino.

Tras la conquista de los españoles, los pueblos indios cayeron en un estado de explotación perpetua, de olvido y menosprecio inconfundible. Su exclusión se consolidó con la creación de un nacionalismo mexicano, que incluía su pasado como antecedente común pero sin incluirlos a ellos. La creación de una identidad mexicana se limitó para incluir en ella a grupos sociales que compartían características económicas, lingüísticas, geográficas y culturales de las cuales los indígenas no formaban parte.

El nacionalismo mexicano excluyó la variedad de cultura como integradora para el desarrollo de la nación porque vio en ella una fuerza desintegradora. El nacionalismo intentaba aunar a la sociedad homogeneizándola, suprimiendo sus diferencias o, simplemente, no incluyendo la diversidad de las minorías. Esto sucedió con los indígenas, quienes fueron rezagados más y más en el proceso de unificación de la cultura mexicana. De esta manera el indigenismo sustituye el concepto de ciudadano de una república por el de miembro de una comunidad étnica.

Para los mexicanos los indígenas representan un grupo alejado, fuera de su realidad, comunidades pintorescas sumidas en la miseria que debajo de sus atuendos y costumbres disfrazan el dolor en la piel del olvido, el sufrimiento de sumisión asignada.

Millones de indígenas viven olvidados en los rincones de México con hambre, miedo y dolor. Es irónico e inexplicable como una nación entera rechaza a sus raíces. Los tratamos como, mexicanos de segunda, negándoles el derecho de entrar a nuestra sociedad.

La situación de los indígenas en México es mucho más grave que las porciones humildes de la población pues tampoco participan de la miseria moderna de nuestro país. El desarrollo del país es desigual y en las regiones interculturales de refugio aún persisten formas coloniales de dominio que ni la independencia, ni la Reforma ni la popular de 1910 han podido eliminar. Continúan sufriendo el despojo de sus tierras, la explotación de sus recursos, las presiones y rechazo por parte de las clases sociales dominantes y recientemente, las consecuencias de la contaminación y la migración.

Frente a esta aberrante realidad, los indígenas siguen presentes y le han planteado un dilema complejo al Estado nacional y al nacionalismo mexicano.
¿Son o no mexicanos? ¿Cuál es su realidad jurídica, economica, y social? Nuestra ceguera cultural no nos permite ver que en nuestra sangre corren los sueños olvidados de los indígenas. Los indígenas son mexicanos, son nuestros ancestros y si no lo creemos sólo tenemos que observar nuestra cultura, comida, idiosincrasia, algunas de nuestras palabras y muchos de nuestros rasgos físicos.

Si los indígenas son mexicanos, ¿entonces por qué dentro de nuestro sistema político mexicano se marca una discriminación, una contradicción entre sus usos y costumbres y nuestra Carta Magna? Este es el gran dilema que le han plantado al Estado nacional en cuestión al derecho indígena.

En el México contemporáneo, existen más preguntas que respuestas en cuestión a la problemática del indigenismo, pero esto no debe ser excusa para ser indiferentes ante nuestra realidad.

Lo que necesitamos hoy en día es reconocer que la pluralidad cultural es una característica existente en México y desde esta perspectiva debe operar la reformulación del nacionalismo mexicano, en el que se vean reflejados todos los rostros culturales de México. La construcción de un Estado-nación multicultural exige que las políticas públicas en materia de educación, lengua, cultura, desarrollo salud se sustenten en la diversidad cultural y lingüística del país. Debemos reconocer a los indígenas como expresión y resultado de la historia mexicana, en una sociedad abierta a su propia pluralidad y reconocerlos como mexicanos en nuestras leyes.
En el fondo, nosotros y los indígenas somos iguales, somos humanos, mexicanos, guerreros valientes con plumas de quetzal.